Abajo estaba, primero, Zacharie; Levaque y Chaval se escalonaban encima; y, por fin, en todo lo alto, Maheu. Todos picaban el lecho de esquisto, hundiendo en el una punta de hierro, la parte superior. La hulla era grasienta, el bloque se rompía y rodaba en trozos a lo largo del vientre y de los muslos. Cuando estos trozos, retenidos por la plancha, quedaban amontonados a sus pies, los picadores desaparecían, enumurados en la estrecha hendidura.Maheu era quien más sufría. Arriba, la temperatura alcanzaba hasta los treinta y cinco grados, ni circulaba el aire y a la larga el ahogo resultaba mortal. Para ver con claridad había tenido que fijar la lámpara en un clavo, junto a su cabeza; y esa lámpara que calentaba su cráneo terminaba quemándole la sangre. Pero su suplicio se agravaba más todavía con la humedad. Por encima de él, a unos centímetros de su cara, la roca rezumaba agua, gruesas gotas continuas y rápidas que caían con una especie de ritmo obcecado, siempre en el mismo lugar. Daba lo mismo que torciera el cuello o volviera la nuca: le golpeaban entonces la cara, estallaban y reventaban sin tregua. Al cabo de un cuarto de hora, estaba completamente mojado, cubierto por su propio sudor, soltando el humo de un caliente vaho de lejía. Aquella mañana una gota que se había empeñado en caer sobre su ojo le hacía soltar juramentos. No quería abandonar su zona de corte, propinaba grandes golpes que le sacudían violentamente entre las hojas de un libro, bajo la amenaza de un total aplastamiento.No se cruzaban una sola palabra. Picaban todos, solo se oían golpes irregulares, velados y como lejanos. Los ruidos adquirían una sonoridad ronca, sin eco en el aire muerto. Y parecía que las tinieblas eran de un negror desconocido, sobrecargado por las polvaredas volantes del carbón, espesado por gases que pesaban sobre los ojos. Bajo sus cubiertas de tela metálica, las mechas de las lámparas solo creaban unos puntos rojizos. No se distinguía nada, el corte se abría, subía como una ancha chimenea, aplanada y oblicua, donde el hollín de diez inviernos hubiera paliando una negrura profunda. Se agitaban formas espectrales, resplandores perdidos permitían entrever la redondez de una cadera, unos brazos nudosos, una cabeza violenta, pintarajeada como para un crimen. A veces, destacándose, relucían bloques de hulla, lienzos de pared y aristas, repentinamente iluminadas por un reflejo de cristal. Luego todo volvía a sumirse en la oscuridad, los picos golpeaban con grandes golpes sordos, solo se oía el jadeo de los pechos, un gruñido de tormento y de fatiga, bajo la pesadez del aire y la lluvia de los manantiales.
CUESTIONARIO LITERATURA BARROCA Con ayuda del material fotocopiado que te ha sido entregado, y que también ha sido colgado en el blog “DE LETRAS Y AULAS…”, junto con una breve antología de poesía barroca; debes realizar el siguiente cuestionario para ver lo que has aprendido y entregarlo en la fecha indicada. Nombre:__________________________________ Curso:_________ NOTA:________ 1. Contesta las siguientes preguntas acerca del Barroco: a) ¿En qué período histórico se desarrolla el Barroco? b) ¿Cómo ven el mundo los autores Barrocos? c) ¿Cuál es el objetivo de la literatura Barroca y a qué tipo de público se dirige? 2. Enumera los temas del Barroco 3. Señala cuáles de las siguientes estrofas utilizaban habitualmente los escritores barrocos Lira soneto ...

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